Han pasado ya tres semanas del único ejercicio de democracia que tenemos los ciudadanos cada 4 años (si es que no se da el caso de unas anticipadas), ese acto que Eduardo Galeano años atrás comparó a una asamblea convocada por un cocinero en la que las aves decidían con qué salsa querían ser cocinadas.
En las elecciones todas nosotras, las aves: los faisanes, los gansos, las gallinas, los pavos… nos vamos a una urna con unos sobres rellenos con el nombre de la salsa con la que queremos ser cocinadas. También hay aves que se niegan a elegir salsa, están en su derecho, a otras les da igual o simplemente indican “chorizo” en el sobre.
En la carta…
-Hay salsas azules, que están congeladas mucho tiempo en el frigo, que saben un poco rancio porque no siguieron los consejos de congelación, cuando los comensales piden salsa azul saben que la comida les va a amargar, pero han escuchado por la tele que es sano pedirla cada cierto tiempo.
-Existen salsas rojas que no recuerdan de qué ingredientes están hechas, muchas veces confunden pimiento, tomate y ñora y al final no sabemos de qué está hecha. En realidad la receta parece ser que la perdieron y la están buscando todavía.
-También hay salsa rosa, la receta es sencilla, mezcla proporciones a partes casi iguales para que guste a unas y a otras, de esa manera intenta dejar contento a todo el mundo. Pero en paladares exigentes puede quedar como una opción un poco mediocre.
–Hay salsas rojo-verdosas, o salsas negriblancas, que molestan a la gran mayoría de los comensales porque tienen un sabor muy intenso, incluso innovan con algunos ingredientes poco comunes. Eso hace que haya muchas aves que no se atrevan con ellas porque no las ven “útiles”.
-Otra opción es elegir una receta típica regional, son salsas que podemos encontrar únicamente en algunas comunidades. Los comensales más arraigados las defienden como seña de identidad, a los que les resultan picantes quieren prohibirlas en los bares.
En otros países, otras épocas, u hoy mismo, las aves se están dando cuenta que a veces no nos podemos escapar, y que nos queda el consuelo de elegir una salsa. Acabaremos cocinados igualmente. ¿O alguna lata tendrá una solución verídira y real? ¿Habrá “Rebelión en la granja“?
Hay veces que eliges una salsa y esperas no ser cocinado, simplemente un blanqueo, un “vuelta y vuelta” o algo leve. Pero eso no depende de nosotros, arriba, mucho más arriba de lo que elegimos hay otros chefs, chefs que no se someten a votación, que eligen la carta, el menú, los precios y la decoración. En ocasiones sólo nos queda cruzar los dedos para que no sea Ferrán Adrià y se pongan a experimentar con nosotros.
Sólo me queda un consuelo, y es cuando me encamino a las tiendas, los mercadillos, los supermercados. Las latas y los botes de cada pasillo me conocen, ya saben cuáles voy a coger. Los guardo en la nevera o el frigorífico durante unos días, y aparezco regularmente, como marca La Constitución de mi dieta. Miro a mis guisantes, mi maíz, mi arroz, mi pasta, mi cus-cus, mi aceite, mi queso, mi zanahoria, mis aceitunas, mis anchoas… y les dejo elegir, la combinatoria matemática permite grandes posibilidades con sólo 50 víctimas fijas.
Entonces les pregunto: “¿Cómo queréis ser cocinados hoy?”
A veces me siento con poder de decisión…
Te has lucido macho! Mi enhorabuena….
Lo malo es que por aquí abajo o sigues al rebaño, o te encuentras en un gallinero o estás en una pocilga de mierda hasta el cuello.