Recientemente, ha circulado mucho en redes sociales un experimento realizado por un joven holandés que deja el azúcar, el alcohol y los “aditivos” durante un mes, vídeo al que ya le sacamos la chicha nutricional Julio Basulto en La Vanguardia, y Lucía Martínez junto a servidor en El Comidista de Mikel Iturriaga. Tema también tratado en un programa de Esto me Suena.
Hay una cosa que tiene este vídeo que me pareció realmente interesante para analizar: mezcla demasiadas cosas. ¿Y eso es lo interesante? Sí, sin duda. Porque las personas hacemos lo mismo.
Tras visionarlo me imaginé en ese mismo momento a gente que rápidamente identificaría como un error el enfoque del estudio “mira, cree que los números E son malos, pobrecillo, si son útiles y necesarios” a la vez que se las podría dar de entendido pensando “qué síndrome de abstinencia tan exacerbado, eso no lo puede producir un alimento”. ¿Seguro que no?
En otro sofá, una persona de razonamiento especular al supuesto, podría pensar “qué bien, se va a quitar los números E, gran decisión”, mientras que muy probablemente empatizaría con él en su sintomatología y diría “normal que nos sintamos así, con todas las porquerías que nos meten”.
En ese momento, un quimiofóbico y un naturofóbico aunque no lo saben, se dan la mano y coinciden en una sola cosa: ignorar los cimiento de por qué el otro piensa lo contrario.
¿Azúcar, alcohol y números E?
Azúcar y alcohol son calorías vacías, es decir nos aportan energía pero ningún nutriente, y se asocian con numerosas enfermedades y patologías. (Cáncer, cardiovasculares, obesidad, diabetes…). Ya no solo porque empeoran la dieta, sino por lo efectos fisiológicos que el azúcar y el alcohol provocan en nuestro organismo. No solo de calorías va la cosa.
Esto hace por tanto, que la recomendación de reducir alcohol y azúcar es una pauta común, en cualquier dieta que pretenda ser saludable.
Pero el tema de los aditivos, números E, en el vídeo puede ser controvertido, y lo es.
Controversia con los números E
Es buena idea fomentar la alimentación basada en materias primas, pero se generaliza demasiado, cuando se dice “aditivos” mezclamos en exceso diferentes cosas.
El documental indirectamente puede hacernos pensar que los aditivos nos pueden engordar. Los aditivos, hablando desde el punto de vista estrictamente toxicológico, son seguros conforme al uso evaluado.
Como más de una campaña que muchas veces hemos abrazado numerosos divulgadores científicos, muchos de los aditivos que se usan en alimentación, están presentes en la naturaleza:
Como podemos observar todo es química, por lo que la argumentación quimiofóbica de “esto lleva químicos” es una frase construida sin sentido.
Ejemplos muy típicos son los casos de la vitamina C (ácido ascórbico, que es el E-300). El ácido cítrico, presente de manera natural en muchas frutas y verduras es el E-330, o incluso colorantes alimentarios como la cochinilla, obtenidos a partir de insectos.
Pero ni todos los aditivos están presentes en la naturaleza, ni todos los aditivos tienen el mismo nivel de inocuidad.
De la seguridad a la inocuidad
Tan importante es transmitir que un aditivo es seguro, como aclarar que un abuso de él no tiene por qué presentar inocuidad (inocuidad entendida como “incapacidad para hacer algo”).
Parece una contradicción en sí misma, pero no lo es.
¿Cómo puede algo que es seguro hacerme daño si me paso con él?
Muy fácil, haciendo un mal uso, malinterpretando el mensaje, o asumiendo que esa seguridad es sinónimo de libre consumo. Aunque por sí mismo muchos aditivos sean seguros, hay aditivos que nos crean y fomentan una sensación irreal de lo que es la experiencia de la alimentación.
Un ejemplo, los edulcorantes:
Que los edulcorante sean seguros puede ser malinterpretado, y que la gente haga un abuso de bebidas gaseosas sin azúcar, o incluso de productos con polioles que pueden producir trastornos en la microbiota.
Es cierto que ocurre a dosis muy altas, y que en este caso concreto deberían haberse tratado dosis equivalentes para producir el mismo sabor, pero no hay que obviar que las alteraciones de la microbiota, también parciales, están siendo cada vez más relacionadas con nuestra salud en general.
Los edulcorantes o los potenciadores del sabor nos acostumbran a umbrales de sabor muy altos. Luego es complicado volver a tomar los sabores convencionales. Esto no es conveniente si yo estoy intentando que tengas adherencia a una dieta poco dulce.
Sustituir el azúcar por edulcorantes, puede ser una herramienta puntual en la pérdida de peso, pero no debe transmitirse como una norma a seguir para todo el mundo.
Si siempre sustituimos el azúcar por edulcorantes, el estímulo no cesa, y no dejamos en ningún caso la costumbre del sabor dulce.
Otro ejemplo: Los nitratos y nitritos.
Cumplen una función muy útil en los alimentos, combaten el crecimiento de diferentes agentes patógenos, y de manera muy efectiva. No obstante en mayores concentraciones, con una mala técnica culinaria como son las altas temperaturas y en presencia de aminas, puede desencadenar a la formación de nitrosaminas, compuesto tóxico y cancerígeno para nuestro organismo.
Es decir, seguridad por un uso lógico de la mayoría de los aditivos, no excluye malas prácticas asociadas a algunos. Aquí es dónde entra nuestro papel al comunicar.
No todos los aditivos son igual de inocuos o seguros.
Lo que se interpreta del número-E
Frases como “debemos consumir alimentos sin etiquetado”, “es mejor que no lleve envasado”, “si ves ingredientes que no sabes lo que son no lo compres” o “no compres nada que no compraría tu abuela”. Son recomendaciones con toda la mejor intención del mundo, pero que pueden dar lugar a malentendidos.
Hay que dejar muy claro que la alimentación debe estar basada en materias primas, y cuantas más de origen vegetal y frescas mejor. Hasta ahí estamos de acuerdo. Pero eso no convierte a la fuerza los alimentos que no cumplen estas recomendaciones en productos no recomendables.
Sinceramente, no encuentro problema en comprar legumbres en bote con EDTA (un antioxidante alimentario), yogures naturales envasados, nuevos alimentos que mi abuela no conocería como la soja y nuevos alimentos de otras culturas, o incluso algunas alternativas de 4ª gama para un uso esporádico y cómodo en emergencias.
La sincera bofetada que pretendemos atestar a los productos ultraprocesados tiene unos motivos sencillos: las materias primas de bajo interés nutricional.
Féculas, azúcar, jarabe de glucosa-fructosa, almidones, exceso de sal, grasas hidrogenadas, grasas vegetales poco interesantes… son estos elementos los culpables de esta recomendación, identifiquémoslo.
Matizémosla, porque puede ser que la gente interprete si no, que “la industria intenta envenenarnos” o “mejor evitarlo porque le echan un montón de números E”. Mismo rechazo que por ejemplo pueden causar los alimentos transgénicos.
Cuestión de probabilidad, “si lleva E posiblemente será ultraprocesado”.
También me podréis decir. “También habrá que matizar qué materia prima es o no recomendable, no todas lo son“. Cierto. Aquí entra en juego lo probable que es que tu recomendación sea malinterpretada.
Al igual que “hay que consumir más fruta”, da más pie a que la gente acabe en un zumo que “hay que consumir más fruta fresca”.
Otro ejemplo podría ser el decir “la miel es buena”, mucho más inespecífico que “intenta encontrar miel cruda” (haciendo el matiz en la dificultad de hacerlo).
Aterrizando en el tema del post, es mucho más específico “evita los alimentos ultraprocesados” que “evita los alimentos envasados”.
Al igual que la recomendación, “intenta tomar más alimentos frescos”, es más clara que “toma más alimentos naturales” (pudiendo acabar adquiriendo algo con una alegación engañosa).
Cuestión de matices, sí, pero matices que son usados para beneficio propio.
Aunque sea un acercamiento que intenta disuadir de consumir el ultraprocesado, mejor decirlo con pelos y señales, sin caer en lo poco específico que es “no compres productos envasados” o “con números E”.
¿Y al revés? “¿Si es ‘natural’ es poco científico?”
Cambio de tercio. Démosle la vuelta al asunto.
Y es que hemos escuchado decir tantas tonterías, atribuciones terapéuticas a la piña, a la alcachofa, a masticar hielo, a beber cualquier cosa que la gente “crítica” ha desarrollado por un sesgo costumbrista una especie de conclusión por probabilidad:
“Si dice usar un alimento sin más, una especia, o una técnica culinaria con un beneficio para la salud, muy probablemente será una magufada”.
Entendible, puede que por probabilidad sea muy común que se dé este caso. Pero al igual que no queríamos generalizaciones en un lado, tampoco las queremos en este otro supuesto, porque a los científicos nos joden mucho, y más en nuestro campo.
El problema es que la bandera de la quimiofobia, ha llegado a cierto punto en el que incluso defender técnicas o alimentos que están evidenciando su uso te hace parecer magufo, como puede ser el vinagre en la resistencia de insulina, enfriar las patatas para crear almidón resistente, mezclar alimentos para modular la respuesta insulínica, que una manzana sea más conveniente que una pastilla frente al colesterol o que a veces, las pastillas o las pruebas diagnósitcas pueden llegar incluso a ser contraproducentes depende qué caso.
De manera que mucha gente ha desarrollado una inconsciente naturafobia que hace que muestre rechazo de antemano a este tipo de pautas sin preocuparse si tienen un respaldo detrás. Eso no es un enfoque científico, es un enfoque de prejuicio.
¿Qué concluyo entonces? Que hay muchos alimentos “naturales” o materias primas que tienen una gran capacidad potencial de generar beneficios en la salud de las personas con ningún efecto secundario conocido.
No hablamos de productos milagro que intentan venderse a precios desorbitaos, ni de tratamiento que pretenden suplementar a la farmacología que sea necesaria.
Hablamos de alimentos, herramientas o incluso técnicas que son más saludables sin necesidad de inventar nada nuevo.
Entendería una reticencia y una prudencia considerable si estoy intentando venderte una especia como un producto milagro, o si la estoy encapsulando para vendértela como fármaco. ¿Pero qué hay de malo en recomendar a una persona que incluya en su dieta elementos, especias o alimentos potencialmente beneficiosos?
De nuevo la respuesta es clara. Según cómo transmitamos el mensaje. Si damos a entender que esa pauta nutricional sustituye otro tratamiento, flaco favor estaremos haciendo con nuestra ayuda extra.
Cuando el mensaje se transmite mal
Recientemente expuse en la lista de correo interno de Naukas, una cuestión referente a las recomendaciones anti-cáncer que muchas veces se han dado con la reciente explosión de la alimentación preventiva y de tratamiento del mismo:
Al culpable, con nombre y apellidos
- A los ultraprocesados por sus ingredientes y materias primas.
- A los gurús por sus promesas,
- A los aprovechados, por tergiversar el mensaje a sabiendas que no funciona.
Pero a cada uno que se le critique lo que corresponda, sin generalizar.
Defender todos los aditivos es tan estúpido como meterse con todo lo “natural”.
Defender todos los fármacos por el hecho de que tengan “estudios” detrás es negar que hay #MalaCiencia.
Al igual que usar como argumentaciones posicionamientos de organismos oficiales. Yo mismo, que tantas veces he usado avales y dictámenes de organismos como la EFSA, la AESAN o la OMS, critico a la vez los conflictos de interés de diferentes entidades de esta índole a la hora de concluir sus posiciones.
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=30NVLOEqUMA]
No puedo decir un día que la Asociación Española de Pediatría está vendida porque apoya las galletas de dinosaurios, pero otro día tomar uno de sus comunicados porque me conviene. Todo, con perspectiva. Ni todo es dogma, ni todo es mentira.
Lo que quiero decir con esto es que no es coherente “Esto es malo porque lo dice X, palabra de Dios” a la vez que señalo que todo el mundo está bajo el yugo de influencia de la industria alimentaria.
Abramos los ojos con perspectiva. Dejemos de generalizar y abordemos las temáticas
- No todos los fármacos son útiles.
- No todas las investigaciones están bien hechas.
- Un paper en sí mismo no dice nada.
- Hay más información útil entre lo que NO se publica que en lo que hay publicado.
- No todo lo “natural” o materias primas son un engaño.
Tan mal está en defender lo indefendible alegando quimiofobia como naturofobia.
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El ácido ascórbico ( E300) la vitamina C sintética en una molécula similar a la vitamina C de la fruta y verdura tiene un gran problema su duración esta limitada a pocos minutos mientras la vitamina C natural nos ayuda por horas solo un ejemplo lo que quieren recuperar su salud usa muchos gramos de ácido ascórbico 50 – 150 gramos diarios propio por su reducida permanencia en el cuerpo, los mismo se puede decir de todos los (EXXX) similares a los naturales todos carecen de los múltiples beneficio de lo natural , un saludo
Hola, Roberto
La verdad es que no estoy de acuerdo con tu comentario. La Vitamina C sintética o natural son moléculas químicamente idénticas. Sus centros activos son idénticos, por lo que su función o efecto será igual, el mismo. Por tanto, su metabolización, uso, transporte… Es el mismo.
La diferencia probablemente sería en el caso de que comparásemos el uso de una naranja (110 mg de Vitamina C por pieza grande) con el uso de un suplemento de Vitamina C. Lógicamente, la naranja aporta más beneficios por lo que acompaña a esta fuente de vitamina C (minerales, fibra, agua).
Hola Roberto, no sabía yo eso…
¿Tienes algún paper donde se vea que la sintética dure menos (a que te refieres, ¿oxidación?) que la presente en frutos naturales?
A día de hoy, el comportamiento químico de una molécula es independiente de su origen.
Es curioso, esto lo he oído antes. Una vez que estuve en Italia me acerqué con afán explorador a una especie de secta-empresa piramidal que vendía suplementos alimenticios (y muchas otras cosas) que defendían como sanísimos, y uno de los argumentos que daban para decir que sus suplementos eran mejores que los de los demás era este, que ellos los hacían con vitaminas y otros nutrientes esenciales “naturales” (supongo que se referían a sacados de alimentos cultivados, en oposición a lo sistentizado en una industria o laboratorio) y no con esos mismos nutrientes de origen sintético…
Yo ni me lo creo ni me de lo dejo de creer, más bien me inclino a pensar que esos no eran nada sinceros, pero eso no quita que pueda haber diferencias entre un nutriente según su origen… A ver si alguien lo investiga!
Genial artículo! Soy médico y suelo recelar bastante del funcionamiento de algunas partes de la ciencia, pero también sé darme cuenta cuando alguien promete cosas improbables con tintes de engaño. Este texto va un paso más allá de la lucha “ciencia oficial” – “pseudociencias”, consigue tener una perspectiva por encima de ese conflicto y da ideas de divulgación de alto nivel. Felicidades y suerte en el concurso de premios Bitácoras!
Hola Aitor. Sigo tu blog y el podcast desde que vi tu charla en el Naukas Bilbao de este año, y esta es la primera vez que participo. Estoy bastante de acuerdo con la visión y la postura de esta entrada. Llevo cosa de diez años o más moviéndome en el mundillo del escepticismo y hace tiempo que me vengo dando cuenta de la existencia de estas posturas que consideran magufo todo lo natural. Wendy Kaminer empieza su “Durmiendo con extraterrestres” precisamente criticando estas posturas. Decir que el uso del alohe vera, por ejemplo, es una magufada, y dejarlo ahí, es tan irracional como decir que vale para todo, y muchas veces he pensado que si me picara un bicho chungo en la Amazonía peruana, podría tener más posibilidades con el hechicero de alguna tribu local que tratando de acudir al hospital más cercano, al que probablemente no llegaría (tal vez exagero, pero creo que la idea se entiende). No solo me interesa lo que cuentas sobre nutrición, sino además, como neófito en esto de la divulgación, tu forma de divulgar y los consejos que das para ello (estoy tratando de aprender de los mejores divulgadores que hay por ahí).
Un saludo y perdón por extenderme tanto.
Gracias Antonio, me alegra y tranquiliza enormemente ver cómo un escéptico empatiza con esta visión, créeme de verdad. Un placer que esa sesión sirviera para que ahora estés aquí, y sobre todo que quieras aportar con tus comentarios que leerá quienes se pasean por aquí.
Un saludo, a ver si volvemos a coincidir pronto.
Excelente post Aitor, te felicito por la claridad con la que escribes y la postura equilibrada en todas tus reflexiones.
¡Un placer Rodrigo! Me alegra que valores este esfuerzo. ¡Un saludo!
Me ha encantado el artículo, Aitor 🙂 Solo quiero matizar una cosa respecto a lo que comentas de Odile Fernández y es que la malinterpretación de su mensaje no parte em ningún caso de ella. Si lees el libro, verás como ella cuenta que la alimentación adecuada y las terapias alternativas a las que recurrió fueron un complemento y no un sustituto de la quimioterapia. Aunque en las rrss se ha extendido la creencia de que ella se curó solo con la alimentación, ella misma lo desmiente.
Un saludo y enhorabuena por tu blog y tus grandes artículos!
Gracias por tu aportación.
Creo que una malinterpretación no solo viene por lo que se dice literalmente, uno da a entender mucho más de lo que “pronuncia” o “escribe”.
En este caso, lo que rodea al libro, hace que se asuma que cura, no previene. ¿Por qué entonces se iba a vender tanto? ¿Por qué no se vende tanto un libro de “recetas saludable”? Lógicamente, porque no se da a entender algo tan amarillo.
Hola Aitor,
Ole, ole y ole por esta entrada. No podías haberlo expresado mejor. Algo que me fastidia enormemente es la manía de enfrentarse unos a otros, sin admitir puntos de vista intermedios entre “quimiofóbicos” y “naturofóbicos. Quiero creer que hay mucha gente en medio, a la que simplemente le falta la información necesaria, veraz y sin sesgo; hace falta mucha divulgación de calidad, como la que tu haces (por cierto, me encantó la charla en Naukas Bilbao).
Siempre he pensado que la ciencia es el clavo ardiendo que tenemos a nuestro alcance para poder avanzar. Es una herramienta valiosísima, quizás la única a nuestra disposición, pero creo que no debería tomarse como fuente de verdades verdaderas e inmutables .En primer lugar porque al avanzar se van descartando ideas que antes eran perfectamente válidas, y en segundo lugar porque creo que existe un sesgo importante económico, que afecta al número de investigaciones que se hacen sobre temas concretos y cómo se divulgan esos resultados (el tema de los refrescos es un buen ejemplo).
Me alegra leer tu entrada porque veo que hay más gente que piensa parecido (y eso siempre gusta ;-)). Todos los años voy a Biocultura, feria de productos ecológicos que posiblemente conozcas, y siempre con el sentido crítico en modo “on”. Allí se juntan las magufadas más magufas, asociaciones de defensa de los animales, ecologistas, expertos en terapias orientales, que se yo…junto con un montón de pequeños productores de todo tipo de alimentos, vegetarianos incluidos, como no podía ser de otra manera. Pues todos los años me lo paso estupendamente y siempre encuentro algo interesante; la cosa es ir con la mente abierta y el filtro adecuado en cada caso. Creo que es la actitud que intentas transmitir en tu entrada, ¿no?.
Lo dicho, enhorabuena y que sepas que ya te he votado para los premios Bitácoras.
Saludos y sinceras felicidades por el blog. Solo una puntualización, dado que acabo de leer el libro de Odile Fernández. Dado que ya estaba avisado tengo que decir que no hay pasaje alguno en el que se afirme que con esa dieta se cura el cáncer. Ni siquiera que lo de a entender. No se si nada de una interpretación personal esa afirmación o una animadversión, pero le reto a que señale una frase, en todo el libro, que diga eso. Yo la he buscado y no la he encontrado.
Un afectuoso una vez. Espero con avidez sus próximos comentarios acerca de las carnes rojas…
Pero Aitor, la doctora Odile en su libro habla sobre una alimentación alacalinizante.Que como sabes es un concepto ya magufo en si mismo. La dieta alcalina, tan famosa y tan falsa. Ya he visto varias personas bebiendo agua con limón y bicarbonato xq segun Odile, eso alcaliniza el organismo. Una pasada lo que la gente llega a creerse. Quizá estemos hablando de libros diferentes, porque ha escrito dos que yo sepa, pero es lo que dice.
Sigue siendo super complicado comprar comida mirando todos los ingredientes, pero cada vez da más miedo la comida y sus relaciones con todo tipo de enfermedades. Quizás apps para guiar el proceso de compra?