Hoy todo el mundo tiene una solución. Es enero; época de volver a la rutina, momento en el que miles de persona se plantean como propósito de año nuevo volver al ‘buen camino’.
Como si de un aspecto religioso se tratara, el pastor llama a los infieles, que se han portado mal durante diciembre: “¡Habéis sido malos, muy malos! Exceso, fiesta, alcohol, dulces… deberéis purgaros!”
Al final para que una dieta milagro funcione, debe pasar precisamente eso: Un milagro. No obstante, los que parecen saber de eso, muchos profesionales sanitarios, (o gente que pretende serlo), hacen especial hincapié en esta época para girar la rueda. ¿Hasta qué punto es responsable? ¿Hasta qué punto se aprovechan los profesionales de este aspecto egoístamente? ¿Hasta qué punto lo alimentan?
Planes de adelgazamiento, rutinas deportivas, packs de salud… todos ellos salen a florecer, ¿han sido llamados a la luz todos ellos por el reclamo de la gente? ¿Cuáles de ellos vale la pena seguir? ¿A quién creer?
Ante esta tesitura se me ha ocurrido una posible solución para que la gente sepa discernir: Averigüen que estaba haciendo esa persona que le vende el producto/servicio hace dos meses, obsérvenlo fuera de su clímax comercial, y pregúntale sin miedo ¿Dónde estabas en noviembre?
O mejor dicho ¿qué estabas haciendo por aquellos días? Es quizás una pregunta seria que las dos partes de este juego deberían preguntarse.
Por un lado el paciente, ¿qué estabas haciendo antes de Navidad? Esa, y no otra, es precisamente la rutina que hay que cambiar; no la navideña, la cual se asume que es temporal, un paréntesis, un momento de transición que acaba en enero. No hay que proponerse cambiar los banquetes familiares porque simplemente son caducos. Lo que hay que hacer es plantearse qué estábamos haciendo antes de que colgaran las luces en las calles.
Y por otro el terapeuta, ese entrenador personal, dietista-nutricionista, médico… o simplemente aprovechado de turno que entiende enero como una oportunidad laboral. Preguntadle qué estaba haciendo en noviembre. ¿Qué esfuerzo estaba haciendo por prevenir esa situación? ¿Qué parte de su tiempo invierte en evitar que la gente tenga que “arreglar” situaciones? ¿Cuánto empeño dedica a que la población no enferme dando alternativas que incluir en su día a día?
Hablamos mucho de puertas giratorias en nuestro país, muchas de las cuales vinculan ex-políticos con grandes empresas de su índole una vez terminada su carrera. ¿Qué hay de la puerta giratoria alimentada por falsos terapeutas que dan soluciones temporales? Dietas abocadas a terminar en la nada, sin tener en cuenta a la persona, poco capacitantes, o productos que prometen cosas que no pueden cumplir…
Malditos prescriptores de pautas finitas que parecen sonreirte con un “el año que viene nos vemos”.
La cosa, como dices; no es planificar mierda prefabricada y ya fracasada “de siempre” como un intento de quitarse la culpa que nadie quiere (la persona se da a sí misma una ilusión, ya no de control porque nunca ha controlado realmente su situación; si no de dejarse un recordatorio para algo que le incomoda y que con eso le da carpetazo hasta el año siguiente).
La cosa es más dura, directa y fatal para el autoanálisis personal: ¿qué estás haciendo ahora?
Ahora, ahora mismo. Te levantas, y te preguntas con una ultrasinceridad que asuste qué estás haciendo para intentar solventar algo que se “masteriza” durante no todo el año si no desde pequeño. No ideales, condicionales de “[…] mañana ya…”. No. Ahora. Después, ¿esos cambios te implican para tu autogestión y crean rutinas a largo plazo? Mucha gente externaliza y pasa la acción a todo un comité de profesionales que va desde el farmacéutico hasta el dueño del gimnasio o entrenador personal pasando por la familia, la pareja, y el perro si no se esconde. La pregunta “qué estás haciendo” quizás tendría que plasmar el sujeto elidido, véase “qué estás haciendo tú PARA TI”. No otros para ti, no otros para “que te ayuden en la tarea mientras procastinas bastamente”.
Pero bueno, seguramente en noviembre hacía frío y levantarse pronto no era motivante por la falta de luz. Ahora con la crioterapia y el resurgimiento de los aparatos con electrodos para ¿quemar grasa localizada? seguramente ya sí que sí que nos ponemos en forma. Hasta entonces, para esquivar tu pregunta Aitor (tanto profesionales de la salud como no) bebamos. Bebamos para olvidar dónde estábamos y qué no hacíamos.
Saludos.
Marc, te compro tu pregunta “¿Qué estás haciendo ahora?” para incluirla al “¿Qué estaba haciendo tu terapeuta en noviembre?”.
Aunque siendo más deterministas, yo me preguntaría, “¿Qué cosas en mi entorno me empujan a actuar como voy a hacerlo ahora?” Ahí también hay otra buena parte de culpa que se puede cambiar.
Sip, el determinismo (tanto biológico como tendido por el ambiente obesogénico) juega un papel importante, pero creo que cognitivamente se usa como un excusador en vez de un dificultador que un día u otro hay que superar. Da la sensación de que hasta que todo no mantenga un incentivo casi coercitivo para hacer ejercicio o comer de forma saludable (que te obliguen a ello). Y resulta que para unas cosas (ir una vez a la semana al Telepizza o hacer una maratón a la PS4 por poner ejemplos comerciales) se ponen más ganas que para las otras.
Desde mi punto de vista, el problema es que confluye en una parte el estar incentivado biopsicosocialmente (y laboral, e infraestructural…) con querer hacerlo sí o sí, y lo que todo el mundo “sabe que hay que hacer” está desincentivado y si no se hace tampoco se acaba el mundo. La cosa está saber por qué aparte de lo que marca tu contexto, TÚ quieres croquetas en vez de mandarinas (al igual que un fumador SABE que no tiene que fumar y aparte de todo lo que incentiva a ello tiene que preguntarse por qué sigue con el hábito). Es esa pregunta la que el usuario debe hacerse (u otras si le sirven) para romper las “prisiones de lo posible”.
En mi caso fueron previsores, pues trataron de captarme en diciembre, justo antes de las fiestas, en mi farmacia y a pie de báscula (se conoce que andaban a la caza del gordo concienciado o algo así). Alguien que decía ser dietista-nutricionista trató de colocarme unas pastillas “atrapacalorías” a base de cáscara de calamar, todo disfrazado con una parafernalia muy bien montada.
En fin…
¿Decía ser y lo era?
Se ve que lo sería de boquilla y poco de ética, ¿no?
Le pregunté su nombre, pero como de todas formas en Canarias no hay colegio profesional, y hasta donde yo sé en España no es obligatorio colegiarse (¿me equivoco?) no tendría forma de averiguarlo aunque me hubiese dado sus apellidos, cosa que de todas maneras no hizo. Precisamente estoy redactando un post en mi blog (Luis Jiménez, además de algunos de mis amigos, me han animado a que lo escriba) y comento precisamente esto: de serlo realmente, su falta de ética es manifiesta. Tenía más aspecto de comercial que de otra cosa.
Si te crees un artículo de publicidad milagrosa, quizá merezcas ser engañado. Vamos, la mentira es muy obvia.
Muy buenas!
Leo mucho tu blog (enhorabuena por él) y me gustaría saber tu opinión y/o conocimientos sobre una entrada que he leído. Básicamente, yo pensaba (y practicaba) que comer hidratos de carbono por la noche “engordaba”, y solía restringirlos al mediodía. Sin embargo, me he topado con un blog que afirma lo contrario: comer los hidratos por la noche es beneficioso. Aquí lo dejo: http://gmfitnesssystems.com/comer-carbohidratos-en-la-noche/
De nuevo gracias y un cordial saludo.