Al margen de la carga consumista que tienen por sí los días temáticos (en los que en este caso, floristerías y librerías se frotan las manos), días como hoy deberían ser también momentos de reflexión de cómo llegan las tradiciones a nuestros días.
Es común mantener la fie ciega en muchas cuestiones, unas tantas son conservadas por tradición cultural, religiosa o social, mientras que otras van desapareciendo conforme sus celebraciones no cobran sentido.
Quizás podamos asumir hoy que muchos de los actos heroicos de San Jorge no proporcionan ninguna veracidad, probablemente sea difícil morir descuartizado tres veces y ser resucitado sucesivamente, o podamos atrevernos a asegurar que quizás no mató a un dragón, salvo una pugna digna de canciones de juglares frente a un dragón de Komodo.
Cuestión que no quita que este Jorge en cuestión no existiera, como otros tantos santos reales, u otros tantos inventados. Parece ser que en concreto, la historia del dragón, se encuentra en la Leyenda Dorada (Historia Lombárdica de Jacobo de Vorágine) y desde ahí se lió la cosa, con estandartes, sellos, cruces, pañoletas y dragones… hasta día de hoy.
Sin embargo, actualmente es patrón de distintos países, incluso también en parte mío, ya que es el patrón del escultismo debido a motivos caballerescos y machistas (menos mal que hoy coeducamos y tenemos perspectiva de género).
Vinculando esta parafernalia con los motivos del blog, (que ya os venía venir), decir que tengo mi hipótesis científica, y es que San Jorge sí que mató a un dragón, pero fue el de Carl Sagan, no pasa nada, es una gran gesta ¿o no?
[youtube http://www.youtube.com/watch?v=jJRy3Kl_z5E]
Sin embargo, el dragón de Sagan tiene unas ciertas peculiaridades, este extracto de “El mundo y sus demonios”, obra maestra del pensamiento crítico. En muy pocas líneas se nos muestran los pasos a seguir de forma intuitiva en el escepticismo y pensamiento crítico, es sólo un ejemplo ilustrativo y representativo para la gente que no está familiarizada.
El dragón de mi garaje (Carl Sagan)
“En mi garaje vive un dragón que escupe fuego por la boca” Supongamos que yo le hago a usted esta afirmación. A lo mejor le gustaría comprobarlo, verlo usted mismo. A lo largo de los siglos ha habido innumerables historias de dragones, pero ninguna prueba real. ¡Qué oportunidad! —”Enséñemelo” —me dice usted. Yo le llevo a mi garaje. Usted mira y ve una escalera, latas de pintura vacías y un triciclo viejo, pero el dragón no está. —”¿Dónde está el dragón?” —me pregunta. —”Oh, está aquí” —contesto yo moviendo la mano vagamente—. “Me olvidé de decir que es un dragón invisible”. Me propone que cubra de harina el suelo del garaje para que queden marcadas las huellas del dragón. —”Buena idea” —replico—, “pero este dragón flota en el aire”. Entonces propone usar un sensor infrarrojo para detectar el fuego invisible. —”Buena idea, pero el fuego invisible tampoco da calor”. Sugiere pintar con spray el dragón para hacerlo visible. —”Buena idea, sólo que es un dragón incorpóreo y la pintura no se le pegaría”. Y así sucesivamente. Yo contrarresto cualquier prueba física que usted me propone con una explicación especial de por qué no funcionará. Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre un dragón invisible, incorpóreo y flotante que escupe un fuego que no quema y un dragón inexistente? Si no hay manera de refutar mi opinión, si no hay ningún experimento concebible válido contra ella, ¿qué significa decir que mi dragón existe? Su incapacidad de invalidar mi hipótesis no equivale en absoluto a demostrar que es cierta. Las afirmaciones que no pueden probarse, las aseveraciones inmunes a la refutación son verdaderamente inútiles, por mucho valor que puedan tener para inspiramos o excitar nuestro sentido de maravilla. Lo que yo le he pedido que haga es acabar aceptando, en ausencia de pruebas, lo que yo digo.
Pero claro, las versiones oficiales deben guardar las maneras, no podemos permitir que nos metan goles en nuestra casa, por lo que nos quedaremos siempre con la parte de la historia más chula y bonita. Hago una metáfora cuando interesa, lo transformo en alegoría a mi antojo, o renuncio a las partes más comprometedoras.
Por poner un ejemplo y poco más local, y como hace poco me vino a la cabeza en una visita guiada ¿Qué pasaría si el patrón de Granada fuese mentira? ¿Y la versión oficial de los libros plumbeos coincidiera con la postura de muchos historiadores? ¿Y si el arzobispo Pedro Vaca de Castro tuvo un epic fail con la Abadía del Sacromonte?
¿Y si aplicasemos el pensamiento crítico para las cuestiones de las diferentes religiones? Siempre me encuentro de respuesta “Tú crees en la ciencia, la ciencia es como otra religión porque tiene fe en ella” Nada más lejos, la ciencia es reproducible y la manera más objetiva de adquirir el conocimiento. Y lo más importante, es falsable, cosa que a día de hoy muchas afirmaciones de otro tipo no aceptan.
La ciencia no discute con opiniones o pensamientos personales, es cuestión de interpretación de resultados.
Feliz San Jorge y Sant Jordi
Por San Jorge, que grandísimo post…
Hola. Buscando cualquier cosa en internet me tope con una i.agen de tu publicacion la cual llamo mucho mi atencion. Despues del deagon de carl hay un circulo con una leyenda en el y realmente me llamo mucho la atencion. Me gustaria saber de que origen es para buscar una traduccion si es que la hay. Aparte de eso me parecio muy interesante tu publicacion. Desde ya, muchas gracias